aunque quizá sea más sencillo creerlo, nada es porque sí (ni porque Dios así lo quiso). cada uno de nosotros es una gran maraña de consecuencias.
al final, ¿quién está a salvo? nuestro gran salvador es el olvido, pero no por ello quedamos sin secuelas. irónicamente, sólo podemos deshacernos (en gran medida) de éstas vomitando a la señora amnesia y enfrentándonos a nuestros tan amados no-recuerdos.
ante tal situación, ¡por supuesto que no sé cómo no tener pena!