domingo, 29 de octubre de 2023

¿me lo inventé?

este amor inquebrantable

este porvenir

¿yo sola lo creé?


qué hago 

para sentir tu amor como una experiencia lejana

borrosa

¿no fue hace poco que nos acariciábamos los pies?

1

Acaso una palabra
tan sólo, sé decir: al despedirme,
lo más mío de mí se precipita
afuera, y busca y toma lo que amo.

Decir adiós, hablar para perderte
y saber que un instante,
el anudado instante en que lo digo,
puedo tenerte asida y te detengo.

Abro luego las manos, quedas libre.
Y el corazón te grita que te quedes
y no lo entiendes. Nunca
lo pudiste entender. Estamos solos.

Hay en todas las tardes una espina
extraña. Un soplo de ceniza ardiendo
tiembla en los corazones y las calles.
Es antes de la noche.

2

No sé. Todas las noches te he soñado;
por eso sufriré todos los días.
No lo puedo evitar; tú lo decías:
no olvida el corazón cuando se ha dado.

En el aire se mueve un desolado
olor de tiempo ausente. Las vacías
horas se van sin alma. ¿Lo sentías
al decirlo? No sé. Pero ha pasado.

Duermo: pesa mi amor sobre la palma
de tus manos, seguro como nave
por la corriente en paz en la nivela.

O la angustia de golpe me desarma;
barco sin playa soy, puerta sin nave,
soledad sin espejos: estoy en vela.

3

Te lo habrá dicho ya: que nadie muere
de ausencia, que se olvida, que un lamento
se repara con otro, y es el viento
o la raya en el agua que se hiere.

Y esta sed miserable que no quiere
perderte, acabará; y el pensamiento
por tanto tiempo tuyo, en un momento;
aunque hoy se aferre y grite y desespere.

Si todo se ha de ir, ¿por qué llegaste?
¿Por qué, si no me quieres, me has querido?
¿Me has curado tan sólo para herirme?

Así fue; te tuviste y me dejaste;
nada me quedará; te he recibido
no más que para verte y despedirme.

4

El tren que sale, el ruido,
el vuelo de tu mano en la ventana
que nos aleja. En la estación oscura
lo sé: no has de volver; pero te llamo.

Del irte al regresar, cuánta distancia
en ti se irá formando;
hasta tus mismos ojos al mirarme
de nuevo, si me miras, serán otros.

Pues contigo te llevas muchas cosas
que entre los dos hicimos, eran nuestras.
Te olvidarás de todo:
ni siquiera sabrás las que perdiste.

Ya ves; te fuiste, me he quedado. Un viaje
nunca tiene regreso, y la mirada
última que me diste, ¿la recuerdas?,
no volverá. La guardo.

5

Mi amor, el aire, octubre, la ceguera
de tus ojos. Es tarde. No lo viste,
no lo conoces; piensas que no existe,
y mi amor está en sombras y te espera.

El corazón que sabe, lo quisiera
decir: es sólo un sueño que persiste;
fue sólo anuncio del otoño triste
la verde lumbre de la primavera.

La cima de los árboles descubre
cada vez más, el cielo que se aclara:
bajan las hojas en la tarde fría.

Mayo contigo me ha mirado, octubre
me quiebra sin remedio; nos separa;
y yo pienso en tus ojos todavía.

(Rubén Bonifaz Nuño)

Hace falta coraje para mirarse a uno mismo

- Cambié - dijiste.

Y yo no entendía


pero sí.

Tu corazón solía ser ancho.

Tanto, que no cabía entre los edificios.

Tenía que escaparse al bosque o las montañas

para desafixiar su latido.


Ahora tu corazón es estrecho.

Tanto, que no tiene la valentía de la palabra clara y sincera

para despedirse

mirando a los ojos.


No entendía.

Pero así funciona.


Es el corazón 


cobarde


de un hombre.