En unos días más es mi cumpleaños, y no he podido dejar de repasar el día que caminábamos en silencio, pero ardiendo en ira por seminario. Quizá fue de los momentos más intensos e íntimos que vivimos. En eso, algo tan simple como compartir un silencio, cargado de fuego interno.
Ese era el día anterior a mi cumpleaños, el día en que habían asesinado a Catrillanca.
No sé cómo fue que salimos de la casa después. Pero tomamos una micro, y nos pasamos. Cuando íbamos caminando por Matucana dieron las 12. Y aunque cierro los ojos y me esfuerzo y me esfuerzo no puedo recordar qué fue lo que hiciste. ¿Fue un grito? ¿Fue un aplauso? ¿Fue un abrazo al que respondí torpemente? Cuán escurridiza es la memoria. Pasé las 12 con quien fue mi amigo del alma, y a quien probablemente nunca le expresé concretamente mi afecto. Creo que me dio vergüenza, respondí torpemente y compartimos otra caminata, pero de esas alegres y risueñas que quisiera repetir todos los días como cuando vivíamos juntos.
Cómo recupero la liviandad que me hacías sentir?
No hay comentarios:
Publicar un comentario